LOS PUBLICANOS
 
Lucas 7:33-34 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: "­Demonio tiene!" Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y decís: "­He allí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!"
 
¿Quiénes eran los publicanos?
 
Los romanos tenían una manera peculiar de recoger estos impuestos, indirecta, no directa, lo que mantenía segura la tesorería, fuera cual fuera el daño que le hiciera al contribuyente, mientras que al mismo tiempo le imponía a él todo el costo de la recaudación. A los senadores y magistrados les estaba prohibido dedicarse a negocios comercio; pero el orden más alto, estaba compuesto principalmente por grandes capitalistas. Estos caballeros romanos constituían campañas de capital común, que compraban en pública subasta las aportaciones de una provincia a un precio fijo, generalmente por cinco años. La junta tenía sus presidente o magisteré y sus oficinas en Roma. Estos eran los verdaderos Publicanié o publicanos, que frecuentemente subarrendaban ciertas de las exacciones. Los Publicanié o sus arrendatarios, empleaban bien esclavos o bien a algunos de las clases inferiores en el país como recaudadores de impuestos - los publicanos del Nuevo Testamento -. Y el resto de los impuestos se daban en concesión y se recaudaban de manera similar, algunos de ellos eran muy onerosos y ascendían a una taza ad valorem de dos veces y media y de cinco por ciento, y en artículos de lujo incluso del doce y medio por ciento.
 
Los derechos de puerto eran más altos que los de carretera, y el contrabando o las falsas declaraciones se castigaban con la confiscación de la mercancía. Así los publicanos recaudaban también derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc.; y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía constantemente expuestos a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y todo su contenido abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus "falsas acusaciones" al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de las mercancías, etc. Porque de nada servía apelar en contra de ellos, por cuanto los mismos jueces eran beneficiarios directos de los ingresos; porque aquellos ante los que hubiera debido presentarse la acusación acerca de esta cuestión pertenecían a la orden de caballeros, las mismísimas persona implicadas en las concesiones de los impuestos. Naturalmente la compañía asociada de los publicanos en Roma esperaba recibir sus suculentos beneficios; y lo mismo sucedía con los recaudadores de impuestos en las provincias, y aquellos en los que en ocasiones éstos últimos subarrendaban los impuestos.
 
Todos querían ganar dinero con el pobre pueblo; y el costo de la recaudación, naturalmente, tenía que añadirse a la imposición. Podemos bien comprender cómo Zaqueo, uno de los supervisores de estos recaudadores de impuestos en el distrito de Jericó, que había dado buenas ganancias al fisco, dijera al recordar su vida pasada: "Si en algo he defraudado a alguno", porque nada era más común que el publicano asignara un valor ficticio a la propiedad o al ingreso.
 
El pueblo de Palestina tenía un profundo odio a ellos, llegando al extremo de declararlos incapacitados para dar testimonio ante un tribunal judío o de prohibir recibir sus dones caritativos o incluso cambiar dinero procedente de la tesorería de ellos; no sólo se los ponía a la par de las prostitutas y los gentiles, sino con los bandidos y los asesinos e incluso de declararlos excomulgados.
 
Fue tales hombres que escogió nuestro Señor para compañía; Mateo, Zaqueo; publicanos y pecadores, rudos pescadores e indoctos los que escogió Jesús. Los fariseos, no podían tolerar esa comunión y constantemente criticaban a Jesús por ello.

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